Y es que ahora es cuando uno quizá reniegue de todas sus raíces, o al menos de una parte. Aún así, estas no son más que vínculos que no elegimos, si no que nos fueron dados, por lo que no pueden ser tomados demasiado en serio ni tampoco muy a la ligera. Símplemente deben ser tomados como lo que son: como algo innato. El orgullo, o la negación, llegará después, según nuestra experiencia vital, según lo que nos vaya ocurriendo.
El orgullo, lastre vital si se magnifica.
Ayer hablaba del Día de la Hispanidad, con cierto tono crítico hacia la sociedad española, que no es otra forma que la simbolización del gato panza arriba. Que ningún español se tome a mal mi pataleo de ayer. No pretendo caer en el insulto fácil, si no manifestar una realidad. Es más, estoy casi seguro de que se da, sea cual sea el color de la piel, en todas las culturas, en las que se ve la entrada del inmigrante como una vulneración de las buenas costumbres.
En definitiva, ahora me arrepiento de ese tono crítico hacia los españoles. Acabo de darme cuenta que la culpa de todo esto no la tiene la persona en sí, ni siquiera su cultura. La tiene el dinero.
Os comentaba en la entrada de ayer que cuando mi compañero de piso, y dueño del mismo, contactaba conmigo en Venezuela, me describía Madrid como un harén. Como una bolsa de dinero. Como la diversión constante. Obviamente, una vez que llegué los sueños, como el aire caliente, subieron hasta arriba hasta hacerse invisibles y su hueco fue ocupado por las corrientes frías de la realidad. El dúplex se convirtió en un piso demasiado pequeño para tantas personas. El harén en una vecina que ocasionalmente se dejaba ver en ropa interior. Y ahora llega lo mejor. Yo era la bolsa de dinero. Esta mañana he desayunado a solas con el dueño del piso y al que yo tenía por gran amigo. La conversación rondaba los temas de siempre: estudios, trabajo, la agonía en la que estábamos viviendo... hasta que de pronto, y con gesto amenazante, me dijo que no se imaginaba que yo podía causar tal gasto económico y que si lo llega a saber, no me habría acogido. He suavizado un tanto el vocabulario para que sea lo menos traumático posible, pero no me ha quedado otra cosa que ponerme a sollozar como un estúpido.
Primero, me prometió un sueño y un sitio al lado de su trono. Segundo, me decepcionó con todo esto, con la realidad de nuestra situación. Y ahora me dice que soy un gasto y que si lo llega a saber, ¿me habría dejado allí? Por lo pronto, se acabaron mis 300 euros. Y si no encuentro un trabajo en cosa de una semana, me deja en la calle...
Quizá esté exagerando todo esto. Es más, pensándolo fríamente, tiene razón. Lo que hago únicamente por el momento es generar gasto. Buscar un trabajo será además una forma de madurar e integrarme más en todo este juego.
Sin embargo, no dejo de pensar que todos son lobos con piel de cordero. Pero en esta ocasión, los lobos no buscan cazar a un cordero, si no al prójimo y obtener aquello que le pertenecía.
¿Ustedes son también lobos con piel de cordero? Empiezo a pensar que es una manera más de integrarse.
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